domingo, 7 de marzo de 2010

EL ÁGORA

Foto de venetia koussia en Flickr

Uno de los elementos claves de la cultura griega antigua es el "ágora", la plaza pública. En este entrañable texto un autor griego actual nos explica cómo sigue siéndolo en la Grecia contemporánea:

La plaza de un pueblo griego no se atraviesa: se llega a ella y uno se para. Es un espacio hecho por y para el hombre, el que camina, (no el que va sobre ruedas), el que se complace charlando con sus semejantes , que está dispuesto a ir a sentarse con ellos en la terraza de un "καφενειον", a explicarles su vida y a escuchar sus confidencias. Éstas se le harán delante de un vaso de ouzo, de una taza de café o de una limonada, y no forzosamente en voz baja. Y no es que los griegos no sepan lo que es la discreción, sino que les gusta tomar a la comunidad por testigo, buscan su aprobación y su ayuda. No olvidemos el papel del coro en la tragedia...

Parada final de un autobús que viene de la capital o de la ciudad más próxima, la plaza es el observatorio desde donde se siguen las llegadas y las salidas, donde se envían las mercancías y se donde se hacen los pedidos y donde se reciben el paquete de periódicos, cuyos titulares alimentarán en la terraza del café animadas e interminables discusiones . Todas las opiniones se expresarán allí, las propuestas pasadas por el cedazo, debatidas y rechazadas con firmeza o aceptadas con entusiasmo. Aquí funciona la democracia real y directa, sin contratiempos , sin trampas, sin artimañas de procedimiento.

La importancia de este alto aposento de la política y de los negocios no se escapa, por otro lado, a los políticos, a los candidatos a las elecciones y a los jefes de los partidos, que, cuando hacen las giras electorales, no se olvidan jamás de hacer allí una parada para estrechar unas cuantas manos, recibir quejas, intercambiar algunas palabras con los notables del pueblo y hacerles promesas. La plaza es como un test de su popularidad y les permite evaluar el impacto de su programa. En las terrazas de los cafés, en las pequeñas tiendas que rodean la plaza se practica una hospitalidad sincera y espontánea. Lejos de las cortesías fingidas y de las sonrisas prefabricadas de los centros turísticos de la costa, el hombre de pueblo establecerá con vosotros un verdadero contacto, discutirá como si os conociese desde hace años y os explicará su vida mientras os pregunta por la vuestra.

Aceptad sin hacer aspavientos el café o la πορτοκαλαδα (naranjada) que os ofrece, tomad nota, cuando os vayáis, de su nombre y su dirección y dadle vuestras señas. Un día recibiréis una postal que os recordará la pequeña plaza de aquel pueblo donde encontrastéis la auténtica Grecia.

Aris Fakinos , "Grèce"

( La traducción es mía a partir de la versión catalana. La obra no está publicada en español, pero sí en catalán con el título El que cal saber per descobrir Grècia , Ediciones de La Magrana,1992 )



1 comentario:

Anónimo dijo...

Comparto por completo la descripción. Lo he vivido en el pueblecito de mi madre, ubicado en el centro del Peloponeso.

En nuestra "aldea de acogida" en Asturias,tenemos un sitio que bauticé nada más llegar (hace ahora un año) como el ágora. Sitio de encuentro, muy estratégico, a la vera de un hórreo, con dos bancos muy rústicos, sitio de intercambio de noticias, y en vez de ouzo o café, compartimos sidra casera, mientras observamos a los poquísimos que pasan por el pueblo.
No hay bar, no hay casa de cultura, así que éste es el 'centro neurálgico' del pueblo.

Gracias por tu blog, enhorabuena.
Urbanita aldealizada